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Aproximación a una
no-definición de la narración oral,
consiguiéndolo sólo a medias
(junio-septiembre 2005)
Bien,
afrontemos el tema. Nadie se atreve a ello, y yo menos que nadie.
Por eso intentaré hacer parecer que me enfrento a una primera
aproximación a algo que pudiera parecer una definición de la
narración. En realidad sólo trato de dar la impresión de que lo
hago, porque hay una profecía, o algo en el aire, que vaticina
grandes males para aquel que se atreva a dar el paso que yo pretendo
que parezca ahora que no doy.
Antes tendré un breve diálogo con mi conciencia que me dé la paz que
necesito en este trance:
Conciencia: ¿Y quién te crees tú que eres para tratar este
tema?
Yo: Un narrador como cualquier otro.
Conciencia: ¿Y cómo se atreves tú a decir lo que es la
narración?
Contesto: Es que hace falta. Es que se mete todo en el mismo
saco. Además, no voy a hacerlo... simplemente daré mi opinión...
diré lo que a mí me parece... para que se sume a otras opiniones de
narradores y narradoras, para que vayamos creando opinión.
Bien, en paz con mi conciencia, se me hace ahora preciso avisar al
lector de un par de cosas:
Si los narradores cuando se juntan fantasean con definir lo que es
la narración pero nunca, hasta hoy (que yo sepa), lo han hecho (por
lo menos de forma pública y contundente) yo creo que puede tener que
ver con dos motivos, a saber:
1.- La idea se desvía y en el inconsciente colectivo la pregunta
“¿Qué es la narración?” deriva a: “¿Qué vale y qué no vale hacer
cuando se cuentan cuentos?”.
Grave error. No toca a los narradores decir lo que vale y lo que no
vale, sino al público. El público decide lo que le gusta ver, lo que
le hace disfrutar, lo que es válido. El público, a través de los
programadores de las salas, decide.
A los narradores nos corresponde decir qué es la narración. Es muy
distinto.
2.- Si definimos lo que es la narración, quedará definido por
defecto lo que no es. Y en ese arte no-narración (pero arte)
pueden/podemos estar muchos narradores. Yo creo que cuando oímos la
pregunta, por dentro temblamos todos: “¿Y si lo que yo hago no es
narración?”.
Grave error, lo importante no será el nombre de lo que se hace sino
su calidad.
Sigamos entretenidos en las cuestiones previas (puede observarse que
cada vez queda menos espacio para el objetivo real).
La narración se podría intentar definir, (insisto en que no voy a
hacerlo) en función de dos parámetros:
1.-Qué se cuenta: Cuentos.
No es este el espacio para definir lo que es un cuento. Me parece
complicadísimo. Pero sí se puede contraponer a lo que en ocasiones
se tiene en la cabeza: los monólogos televisivos (qué lástima que al
decir “monólogos” no se nos venga a la mente los teatrales).
Bien, un monólogo no es un cuento, aunque la manera de abordarlo
puede parecer similar... incluso serlo.
2.- Cómo se cuenta: Narrándolos.
Los cuentos se pueden interpretar, leer, radiar, filmar, escribir,
televisar, dramatizar... Los narradores son los que los cuentan, los
que los narran. Me refiero a la narración oral, porque para terminar
de complicarlo todo, también existe (y que no falte) la narración
escrita.
No digo que interpretar, leer, radiar, filmar, escribir, televisar,
dramatizar los cuentos no sea válido (de hecho yo hago algunas de
esas otras cosas y me satisface). Lo que digo es que no es narración
oral... o por lo menos lo que aquí tratamos de definir como el arte
de la palabra en la que entran la voz, el gesto y la mirada. Se mire
como se mire, la mirada no se transmite por radio y tampoco llega a
la través de la televisión. Porque la mirada del narrador es una
mirada real y sincera que sirve de unión de enlace. La televisión no
mira a nadie. Los presentadores del telediario nos ven... pero no
nos miran (bueno, en realidad ni nos miran).
Bien, y se me van acabando las excusas. Pero alguna me queda: el
nombre. Las personas que nos dedicamos profesionalmente a contar
cuentos ni siquiera nos ponemos de acuerdo en la forma de llamarnos.
Básicamente encontramos: narradores orales, cuentacuentos,
contadores de historias, cuentistas, cuenteros y narradores orales
escénicos.
No hay ninguna referencia que una la forma de llamarse de cada uno
con su estilo. O, por lo menos, no está nada clara. Es decir, que
alguien que se llama cuentero y otra persona que se llame narradora
pueden hacer un trabajo muy similar; y, por otra parte, es posible
que se llamen igualmente cuentacuentos personas que dramatizan los
cuentos, que los cuentan, que los leen... incluso hay editoriales
que usan “el cuentacuentos” en sus títulos.
Permítanme que me meta con este término, sólo con éste:
Cuentacuentos.
¿Qué es un cuentacuentos? (aparte de una incorrección, una palabra
que no existe). Sé que cuando hablan de cuentacuentos también se
refieren a lo que yo hago, pero confieso que el término me disgusta.
Una cosa buena tiene, es neutro, no hace falta cambiarlo al femenino
como narrador y narradora, incluye a los dos géneros (cuentacuentas
sería otra cosa... administrativo... banquero o algo así o
administrativa... banquera... qué pocas banqueras hay).
Se puede referir tanto al acto (cuentacuentos), como a la persona
que lo realiza (cuentacuentos), incluso aunque sean varias personas
(cuentacuentos) o varios actos (cuentacuentos). En esta sociedad de
la inmediatez y de los mensajes simples y directos, la verdad es que
parece encajar.
“Un cuentacuentos contará unos cuentos en un cuentacuentos”. Pero no
se refiere a que lo hará en otra persona que también se dedica a
contar cuentos y que por lo tanto haría otro cuentacuentos sino al
acto que hará quien se llama igual que él (no que él como persona
porque cada uno se llama igual que él: Yo, por Pablo me llamo
Pablo).
Cada uno que haga lo que quiera. A mí me parece una palabra joven y
ya degradada que no define casi nada por el uso que se le ha dado
para casi todo.
Bien, pues anteponiendo todas cuestiones posibles para distraer al
lector y que no llegue a este punto, paso a definir, para los
supervivientes, lo que yo entiendo por narración oral. Pero
distraídos como anduvimos en cuestiones de aparente menor entidad,
no me quedó espacio, ay. Bueno, no se me culpe a mí si las palabras
que siguen no son del agrado de alguien. Que fueron dichas con apuro
por el espacio escaso y con la premura que el tiempo imprime a los
que después de comer dormimos las siesta en compañía (y ya escucho
sus amorosos suspiros). Quede claro, esta declaración fue hecha bajo
presión y con los vicios de la ingenuidad y la precipitación. Me
absuelvo y allá va.
La narración es el arte con que la palabra desnuda cuenta los
cuentos.
Ya está. Así de simple. Ni siquiera soy el único que la define así.
La narración es el arte de contar cuentos usando sólo la palabra, la
mirada y el gesto; sin ningún otro elemento, a saber: disfraces,
objetos, títeres, decorados.
La narración no se produce en el aquí y ahora del narrador sino en
la imaginación de las personas que escuchan. Ahí deben aparecer los
objetos, los vestidos, los decorados. Los narradores con las
palabras hacen que aparezcan, sin llevar nada en las manos,
decorados con un lienzo neutro, sin disfrazarnos de bruja para que
aparezca una bruja, sin un dragón de peluche para que aparezca un
dragón. Pero con una boca llena de palabras que trasladamos a los
oídos del público para llevarlos lejos, a un sitio único en la mente
de cada escuchador, íntimo pues sucede sólo dentro de él.
Para ello no llevamos nada en las manos, pero disponemos de ellas
para ayudar a imaginar.
Para ello no vestimos nuestro cuerpo de una manera particular, pero
disponemos de nuestro cuerpo para salpimentar las palabras.
Para ello no tenemos muñecos, pero creamos personajes.
Para ello no perdemos nuestra mirada en el vacío sino en los ojos de
los que nos escuchan.
Para mí (no tienen ustedes por qué estar de acuerdo) eso es la
narración. Esa es mi manera de entender los cuentos.
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