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Nicolás Buenaventura
nos contó que Guadalajara en árabe significa algo así como río
de mierda. Decir esto a las personas de Guadalajara no es muy
elegante, por eso nos lo dijo a nosotros. Después oí en el
telediario que significa río de piedras, pero no me lo creí.
Nicolás también nos contó muchas otras verdades en el Festival
de Narración de Guadalajara, donde nos dejó disfrutar con su
persona (narrativamente hablando).
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Sin ninguna duda, el
Maratón de Guadalajara es el acontecimiento más importante, en
cuanto a narración se refiere, que ha tenido lugar en estos meses.
Además es punto de encuentro de narradores tanto peninsulares como
de las islas y es de referencia obligada, pero le dije a Félix que
no hablaría de él. Además desde que salió el último número de esta
revista, ha habido acontecimientos importantes:
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La semana del libro de
Elda, por ejemplo. Es una de las pocas semanas del mundo que
dura un mes. También es de las pocas que salen en primera página
de los periódicos (locales, pero periódicos). Juan es
bibliotecario en Elda. Yo no le perdonaré nunca que me iniciara
en la única adicción que en la actualidad reconozco
abiertamente: los álbumes ilustrados infantiles. Consumo varios
todos los meses. Este año le han acusado, junto al resto del
equipo de la biblioteca, de promover el consumo de alcohol entre
los niños. Por eso salieron en prensa. Concretamente lo que
hicieron fue editar el cartel de la semana del libro con
Caperucita Roja, su cestita y su botella de vino.
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No se rían que va en serio.
Incluso les puso una multa un tribunal de nosequénimeimporta. Yo le
dije que Caperucita realmente llevaba una botella de vino, según las
versiones de escritores clásicos como los hermanos Grim, Perrault o
Ana Botella. Me dijo que ya lo sabía. No me extrañaría que si
Caperucita se enterara de todo esto en vez de llevar la botella de
vino a su abuela se la bebiera, para olvidar, al ver hasta que punto
se puede caer en la mojigatería (esto lo digo porque Cape tiene casi
doscientos años y ya no es delito que beba). Ahora entiendo lo de
las personas malas o listas que hacen cosas para crear polémica y
promocionar sus actividades, puede que a veces sea la única manera.
Puede que en el terreno cultural sea una de esas veces. |
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También hubo cuentos en Cantabria, en Corrales de Buelna. Allí
siguen con la manía de promocionar la tradición de contar
cuentos. Hace cuatro años que se pusieron a ello, siguiendo la
formula del maratóntodoseguido y parece que les ha funcionado.
Ellos le llaman “Encuentados de oirte IV”, a este cuarto. En
ediciones anteriores el título era el mismo aunque con una leve
variación en el dígito. Allí nos encontramos a lo más granado de
los narradores del norte peninsular.
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¿Y cómo no mencionar
que los narradores valencianos nos invitaron a su cueva? El
Duende, se llama, en la calle Turia, 62. Primero nos hicieron
comer como cochinos y luego fuimos saliendo a la palestra uno
tras otro, al público domado de aquel antro. Y cual si fuéramos,
Daniel y los leones, ninguno salió malherido así que, como ahora
mismo, pasado el parón veraniego, empiezan otra vez, que sepan
las personas levantinas que los miércoles que no sean de verano
cuentan cuentos. Ahí están en la foto, mencionado queda.
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Y a todo esto llegó el
verano. A mí el verano me gusta porque la gente va masivamente a
la playa y deja el resto del terreno diáfano, porque lleva menos
ropa y porque es la época del año en que más escuelas de verano
se realizan. Nosotros hemos estado este año en dos. En una
estuvimos a cargo del taller y en la otra éramos alumnos. En las
dos aprendimos mucho.
La primera es la que organiza Ñaque en Ciudad Real, de donde es
oriunda (con perdón). Allí nos juntamos Félix y yo con otras
personas interesadas en la narración oral y estuvimos tratando
de introducirnos en ella, cada uno desde su experiencia. Se
trataba de explorar al narrador que todos llevamos dentro para
poder explotar todos sus recursos.
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En la que éramos alumnos,
el taller “La imagen, la palabra, la historia” lo impartía José
Campanari, un señor con el que coincidimos en los acontecimientos
antes mencionados de Cantabria y Guadalajara. Estábamos en la IV
Escuela de Verano de Expresión Teatral de Petrer. Campanari defiende
que el narrador debe hablar desde sí mismo, cosa que él hace y por
eso puede que sea sincero. El trabajo que desarrollamos en el taller
sería mejor que lo definiera él y no yo, porque todos sabemos que
cada uno aprende cosas distintas en cada situación, incluso
paradójicamente distintas a veces. De todas maneras diré que nunca
me había parado tanto a pensar en la necesidad de ver las imágenes
antes de intentar crearlas en las mentes inocentes de quienes nos
escuchan. Interesante.
Con esto de los talleres hay que llevar cuidado, querido lector,
pues debes saber que hay personas que se aprovechan de la
inexperiencia de las personas que se aproximan por primera vez a la
narración para imbuirles sus ideas (al decir imbuirles me imagino un
embudo). . No se trata exactamente de sectas, aunque sí de reductos
donde impera un innecesario y erróneo pensamiento único. De todas
maneras son fáciles de distinguir. Sospecha si las afirmaciones se
hacen en el tono de “la narración es esto y lo demás no vale” o si
se les ve el plumero y quieren convertirte en un elemento de un
séquito de alumnos-pupilos. Este comentario, aunque vaya a
continuación, no guarda ninguna relación con el párrafo anterior.
No es que haya muchas personas que pretendan llevar la etiqueta de
maestro mesiánico, pero las que hay afean la profesión. Es curioso
observar cómo aquellas personas de las que poco o nada queda en tu
forma de contar los cuentos sean precisamente las que pretendan
atribuirse el mérito de haberte modelado.
Y no puedo terminar sin hacer alguna referencia al maratón de
Guadalajara, aunque me hubiera comprometido a no hacerlo. Ya saben
ustedes que este maratón es uno de los pocos acontecimientos
culturales que se exporta a otras ciudades de una manera unitaria o
por piezas, ya sea tal cual o a escala. Prácticamente todos los que
conozco parten de éste. Seguramente los maratones bien pudieran ser
objeto de un artículo en particular (ahora que se acercan los de
Hellín y Lorca) por el momento me quedo con dos cosas que sucedieron
en éste y que nunca olvidaré:
1.- Un niño y su padre contando un cuento de Carles Cano (narrador
valenciano que aparece en la foto de El Duende. El séptimo por la
izquierda) que se titula ¡¡¡Papááá...!!! nos ofrecieron una estampa
entrañable y el mejor argumento posible para seguir contando cuentos
como seguramente se haría desde el hombre de Atapuerca. El padre
pasaba las páginas y empezaba las frases y el niño las acababa con
entrega y onomatopeyas, demostrando que lo que veíamos era más que
una de las veces que juntos habían disfrutado de esa relación tan
particular.
2.- Durante la celebración
de la mesa redonda en el turno de palabra de los asistentes en
categoría de público se alzó una voz pidiendo acabar con esa especie
de autocomplacencia existente entre los que nos dedicamos a esto de
la narración. La verdad es que un poco de autocrítica se hace
necesaria, ya que hasta ahora no se ha practicado en absoluto y se
ha olvidado que hay narradores buenos y malos. Que unos hacen crecer
el público y otros lo ahuyentan, en este oficio que como arte es tan
antiguo como el de las putas pero como oficio aún está en ciernes y
es por tanto, frágil.
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pabloalbo@pabloalbo.com
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