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El libro de Claudia.
CLIJ. Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil. 
nº 218. Septiembre 2008.

 

 

 Un día la profesora de Claudia repartió a todos sus alumnos un montoncito de hojas grapadas y dijo:
-Esto que tenéis en las manos no es un montoncito de hojas grapadas.
«¿Ah, no?» , pensó Claudia.
-Es un libro.
«Pero si está en blanco», pensó Claudia.
-Ahora está en blanco porque está esperando que lo llenéis de palabras y dibujos –dijo la profesora.

Claudia no se creyó que aquello fuera realmente un libro, pero le pareció divertido jugar a ser una gran escritora. Por eso cuando llegó a su casa gritó:
-¡Que nadie me moleste! ¡Voy a crear mi gran obra!
Y se encerró en su habitación muerta de risa.

Empezó por poner un título en la primera página: «MI SOPA».
En las siguientes, contó con palabras y dibujos, lo que pasó aquel día que cayó de la mesa el plato de la sopa y el gato acabó lamiéndola en el suelo.
En la última página puso: FIN.
 


Ilustración de Irene Blasco Grau
-¡Tatachán! ¡Aquí está mi libro! ¡Mi gran obra!
Lo llevó al salón para que todos pudieran admirarlo. Pero enseguida se dio cuenta de que no despertaba demasiado interés entre sus hermanos mayores que veían la tele, ni en sus padres que preparaban la cena, ni en su abuelo que dormitaba en el sofá.
«Bueno, habrá que darles tiempo», se dijo. Lo dejó encima de la mesa y se fue a dormir satisfecha y contenta por haber creado su primera obra.

Cuando se levantó por la mañana, su libro había desaparecido. No estaba ni en la mesa, ni en la cocina, ni en el sofá, ni en el resto de la casa. Y Claudia se fue al colegio triste y pensativa. « Qué difícil es esto de ser una gran escritora.»

Tuvo que soportar la envidia cuando todos sus compañeros mostraron sus trabajos. La profesora dijo que había grandes escritores y dibujantes en el grupo.
-¿Y el tuyo, Claudia?
-Desapareció.
-¿Cómo que desapareció?
-Sí. Yo lo hice, lo dejé encima de la mesa y luego no estaba.
-Pues si ha desaparecido habrá que ir a buscarlo.
-Ya lo busqué por toda la casa.
-A lo mejor está en la casa de los libros.
-Ah, no sabía que los libros tuvieran casa -sonrió burlona.
-Mañana iremos a buscarlo.

Al día siguiente en la puerta del colegio les esperaba un autobús que les llevó a la biblioteca.
-Buenos días, señorita- dijo la señorita.
-Buenos días, señorita- respondió la bibliotecaria.
-Andamos buscando un libro.
-¿Sabe el nombre del autor?
-La autora es Claudia Sevas Perea -dijo la señorita.
-Bien, ¿y el título?
-Mi sopa -contestó Claudia.
-Acompáñenme.

Les llevó por pasillos y pasillos donde había estanterías y estanterías llenas de libros y libros, sofás con gente leyendo, mesas con personas escribiendo, silloncitos donde se escuchaba música, y se leía el periódico o las revistas...
 

Ilustración de Irene Blasco Grau

-Aquí está.
Y ante la sorpresa de todos apareció el libro de Claudia.
-Oooooooh.
-Me lo llevo –dijo Claudia.
-No tan rápido señorita, se lo prestaremos por quince días. ¿Es usted socia de esta biblioteca?
-No, pero ese libro lo he hecho yo.
-Ah, en ese caso, si es usted la autora, estaríamos muy honrados de que nos lo firmara para ponerlo en la vitrina de los autografiados.
-Bien -dijo y firmó, aunque no sabía muy bien que era eso de «estar honrado» ni de «autografiados».
 

Lo pusieron en la vitrina especial a la entrada de la biblioteca para que todo el mundo lo viera al entrar.
-Así su familia, cuando lo vea, se sentirá contenta con usted.

La verdad es que la familia de Claudia ya se sentía contenta con ella y siguió así aunque no eran muy aficionados a ir a la biblioteca y nunca llegaron a ver el libro. A pesar de todo, Claudia fue a visitarlo de vez en cuando y conoció otros que había por allí que fueron escritos y dibujados por otras personas que por el momento no habían pasado por la biblioteca, pues no estaban autografiados.

 

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