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¡Que Dios nos pille confesados!
Félix Albo, Pablo Albo y José Campanari.
lustraciones: Silvia Molinero.
Editorial Ñaque, 2003.

Este libro se compone de dos sesiones de cuentos con una característica común: están formadas por historias bíblicas... versionadas, claro

¡Que Dios nos pille confesados!
Grupo Albo: Félix Calatayud y Pablo Pérez


Tras un lamentable accidente de tráfico, los narradores llegan al cielo y gracias a las argucias legales y cierto dominio en el arte del juego de palabras, consiguen entrar. Tratarán de convencer a Dios de que les deje volver otro ratito a la Tierra para poder contar las historias que allí escuchan.

Historias como la de Jonás y lo que realmente ocurrió dentro del gran pez.  

O la de Moisés, que en realidad se llama Ramón. 

O la de Gomorra, la gran olvidada, la segundona, siempre a la sombra de Sodoma, auque pecar se pecaba y mucho, se pecaba tanto y tan intensamente que los pecados empezaron a solaparse (la lujuria casi dejó de practicarse, por pereza). y tuvieron incluso que organizar los pecados según el calendario.

O cómo se creó la primera primavera.

O cómo se produjo la anunciación, esa en la que un ángel llegó, le soltó el rollo a María, la cubrió allí mismo y se marchó volando y cómo acabaron en las afueras de Belén en un hotelito rural.

O el reencuentro de los habitantes de Belén que todos los años son desenrollados de los papeles de periódico y colocados en un contexto de corcho y escayola, con todas sus contradicciones.

 

 

 

Desde el principio.
José Campanari

Desde el principio Al principio estaba Dios y la nada. Pero Dios se aburría y decidió ponerse a hacer algo y pensó que para eso necesitaba algo de luz...

Tiempo después, se sentó a mirar el horizonte y casi sin querer, comenzó a hacer unas bolitas de barro...

Y comenzó el sexto día o el segundo día después de cuatro principios. Mientras miraba todo lo que había creado se dio cuenta de dos cosas: la una que el horizonte era lo que más le gustaba. La otra que el agua y el aire estaban llenos de seres con desplazamiento propio y que la tierra estaba habitada por esos palos gruesos que eran tan vagos que hasta echaban raíces para dificultar su interés por andar

¡No, eh! Una noche Noé no se podía dormir, bueno a decir verdad, Noé sufría de insomnio, pero como el insomnio no se había inventado todavía... Pensó que lo mejor era salir a dar una vuelta... de repente vio ante sus ojos tres haces de luz dibujados como saliendo de entre unas ramas, lo que podríamos llamar efecto Dios de ediciones paulinas...
La luz de gas todavía no se inventó, la luz eléctrica tampoco, farol de noche no tenemos –pensó Noé- debe ser Dios que tiene algo que decirme.

 

 

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